Estadistica realizada en New York dice que las mujeres de bajos recursos `Pobres` tienen menos riesgo de sufrir cancer mamario.
En las clases bajas el salario de la mujeres es tan necesario como el del hombre. Un hogar no sobrevive si no trabajan los dos, pero es ella quien se ocupa de la cocina, de la ropa, del mercado, de la familia, de cuidar a los niños, de atender al marido, y cuando se enferma la estructura familiar se derrumba.
Cuando el hombre es el que vive esta situación tiene la seguridad de que sus hijos van a estar bien y de que su esposa lo va a cuidar.
Para una mujer con cáncer la vida cambia completamente. El equilibrio de su familia se rompe y en condiciones de pobreza la situación es absolutamente dramática, pues muchas veces la pareja se ve abocada a pedir plata prestada para asumir los costos de la enfermedad.
Se endeuda con los vecinos, con la tienda y hasta empeña sus enseres, porque ya sabemos que en los bancos no hay préstamos para quienes no tienen con qué pagar.
Además, deben conseguir un abogado que por medio de una tutela obligue a la EPS respectiva a asumir los costos de esta calamidad, y es el juez quien decide si la mujer es suficientemente pobre para que el Estado se haga cargo de las drogas y de los tratamientos.
Por si fuera poco, los afectados no saben cómo son los procedimientos para poner una tutela y menos para ganarla. Tampoco tienen la información suficiente sobre la enfermedad para tomar decisiones correctas.
La familia sufre, el matrimonio sufre, y las mujeres mueren. Y los hombres, por ignorancia, egoísmo o desesperación las abandonan a su suerte con más frecuencia de la que uno se imagina.
Las EPS no tienen un criterio claro establecido para saber a quién le dan las drogas y a quién no. Los tratamientos son muy costosos y muchas veces son las mujeres más pudientes las que ganan las tutelas y son atendidas.
Una mujer en estas condiciones no está pensando si se ve fea o bonita, ni siquiera se le ocurre que puede necesitar una peluca y mucho menos puede pensar en una reconstrucción estética. Su prioridad es que le suministren las drogas para el dolor y que tenga acceso a algún tratamiento autorizado por el Estado.
Lo que la impulsa a vivir es que sabe que la suerte de sus hijos depende de ella.
La buena noticia es que una serie de compañías se han sensibilizado ante este drama. En el caso del cáncer de seno Leonisa, Avon y Estée Lauder, entre otras, están tratando de concientizar a las mujeres en el tema de la prevención.
Hay ayuda internacional y los medios le dan todo el despliegue al asunto.
En las clases bajas el salario de la mujeres es tan necesario como el del hombre. Un hogar no sobrevive si no trabajan los dos, pero es ella quien se ocupa de la cocina, de la ropa, del mercado, de la familia, de cuidar a los niños, de atender al marido, y cuando se enferma la estructura familiar se derrumba.
Cuando el hombre es el que vive esta situación tiene la seguridad de que sus hijos van a estar bien y de que su esposa lo va a cuidar.
Para una mujer con cáncer la vida cambia completamente. El equilibrio de su familia se rompe y en condiciones de pobreza la situación es absolutamente dramática, pues muchas veces la pareja se ve abocada a pedir plata prestada para asumir los costos de la enfermedad.
Se endeuda con los vecinos, con la tienda y hasta empeña sus enseres, porque ya sabemos que en los bancos no hay préstamos para quienes no tienen con qué pagar.
Además, deben conseguir un abogado que por medio de una tutela obligue a la EPS respectiva a asumir los costos de esta calamidad, y es el juez quien decide si la mujer es suficientemente pobre para que el Estado se haga cargo de las drogas y de los tratamientos.
Por si fuera poco, los afectados no saben cómo son los procedimientos para poner una tutela y menos para ganarla. Tampoco tienen la información suficiente sobre la enfermedad para tomar decisiones correctas.
La familia sufre, el matrimonio sufre, y las mujeres mueren. Y los hombres, por ignorancia, egoísmo o desesperación las abandonan a su suerte con más frecuencia de la que uno se imagina.
Las EPS no tienen un criterio claro establecido para saber a quién le dan las drogas y a quién no. Los tratamientos son muy costosos y muchas veces son las mujeres más pudientes las que ganan las tutelas y son atendidas.
Una mujer en estas condiciones no está pensando si se ve fea o bonita, ni siquiera se le ocurre que puede necesitar una peluca y mucho menos puede pensar en una reconstrucción estética. Su prioridad es que le suministren las drogas para el dolor y que tenga acceso a algún tratamiento autorizado por el Estado.
Lo que la impulsa a vivir es que sabe que la suerte de sus hijos depende de ella.
La buena noticia es que una serie de compañías se han sensibilizado ante este drama. En el caso del cáncer de seno Leonisa, Avon y Estée Lauder, entre otras, están tratando de concientizar a las mujeres en el tema de la prevención.
Hay ayuda internacional y los medios le dan todo el despliegue al asunto.